.
Se tiende en el cauce
de una lluvia
la paraguas,
acaricia
mi rostro
con sus miradas
de ébano.
Esta paraguas
acurruca su
humedad
sobre la
blanca
cumbre
robando
pensamientos.
De una ciudad
sin niebla,
la paraguas
besa
las calles,
entre el cielo y la tierra
sueña,
negra mariposa
durmiendo
en mi cabeza.
Una paraguas descansa
en ese sillón,
olvidada
en el tiempo,
acostada
en las sombras.
Emilia Páez Salinas
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